Si yo tuviera 30: La desilusión de la adultez

Por: Silvana López Ríos

Cuando somos pequeñes, soñamos sin límites y pensamos que la vida tiene un potencial infinito. Creamos una idea perfecta en nuestra cabeza de la vida que queremos tener y de la persona que queremos llegar a ser. Pero, ¿qué pasa cuando en tu adultez miras hacia atrás a la persona que fuiste y no te reconoces en el presente?  

Si yo tuviera 30 es protagonizada por Jennifer Garner, interpretando a Jenna Rink, una chica de 13 años que, al pedir un deseo en su fiesta de cumpleaños, mágicamente se convierte en una mujer exitosa de 30 años, obligada a navegar esta nueva realidad y aprender a vivir en ella. 

“Tener treinta, ser coqueta y prospera…”

Jenna se reencuentra con su mejor amigo de la infancia, Matt, de quien se distanció con el paso de los años. Aunque ha conseguido el trabajo de sus sueños, un departamento de lujo y la prosperidad que le prometían los treintas, se da cuenta que ha conseguido todo lo que alguna vez soñó, pero todo a un gran costo. 

A primera vista, la realidad a la que se enfrenta parece perfecta, pero eventualmente descubre que ser adulto es mucho más duro de lo que parece. Jenna se da cuenta de que se ha convertido en una versión de ella misma que no reconoce y que su vida soñada no es lo que siempre imaginó. 

Parte de crecer es darnos cuenta que después de años llenos de expectativas sobre las promesas que nos traería cierta edad, realmente no es tan glamuroso como se nos muestra en televisión y, a la larga, eso es lo que nos lleva a la desilusión. 

Recuerdo pensar que todo se resolvería una vez que entrara en mis 20s o cuando me graduara de la universidad, pero la realidad fue mucho más dura que eso. Entre más crecemos, tenemos más responsabilidades, dejamos atrás algunos de nuestros sueños, y nos percatamos de que nuestra vida no se resuelve por arte de magia. 

El sueño más grande de Jenna era tener 30 y verse como las modelos de su revista favorita, rechazando todo lo que pudiera hacerla ver infantil o fuera del estándar de la persona que buscaba ser.  

Cuando tienes 13 años lo que más quieres es dejar de tenerlos, pero hoy me aferro más que nunca a esa niña y a mi infancia, sabiendo que daría lo que fuera por vivir sólo un día más en aquellos tiempos de nuevo. 

Uno de los detonadores más significativos para la desilusión en la adultez es las altas expectativas de la sociedad hacia los jóvenes adultos, en especial a las mujeres, a quienes se nos imponen  estándares difíciles de mantener. Por ejemplo, que a tus treintas tienes que estar en la cima de tu carrera, encontrar la estabilidad tanto financiera como emocional, sentar cabeza y formar una familia, etc. 

“Slow down, you crazy child, you’re so ambitious for a juvenile” / “Where’s the fire? What’s the hurry about? You better cool it off before you burn it out” VIENNA DE BILLY JOEL

Aunque todavía no tengo 30, definitivamente siempre está la presión de que ya debería de haber alcanzado cierto estándar “a estas alturas” de mi vida. Pero, ¿qué importa si todavía no soy coqueta ni próspera

La ironía de la vida es que siempre queremos lo que no tenemos, y damos por hecho lo que sí hasta que se va y ya es muy tarde. Pasamos la vida diseñando nuestro futuro y  olvidamos abrazar nuestro presente. 

“I think we all want to feel something that we’ve forgotten or turned our backs on. Because  maybe we didn’t realize how much we were leaving behind.” -Jenna

Si yo tuviera 30 no sólo nos recuerda que tenemos que apreciar lo que tenemos en el presente antes de que sea muy tarde, sino que también es una invitación a tomar la oportunidad de reescribir nuestra historia. Aunque estemos en la adultez, no significa que no podamos reencontrarnos con la persona que fuimos cuando éramos niñes y con los sueños que conducían nuestra vida. 

Jenna tiene la oportunidad de volver al pasado, pero nosotres no contamos con un polvo mágico de los deseos. Por eso, el presente es el mejor momento para reconciliarnos con nosotres mismes y aprender de nuestros errores. No se trata de alcanzar la vida ideal, sino de construir una vida en la que, cuando miremos hacia atrás, la niña que fuimos ayer pueda estar orgullosa de la persona que somos hoy.

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