Texto y Diseño – Anita
En una mañana de primavera, una procesión empieza a adentrarse en el bosque. Caminan hasta encontrar árboles que tienen listones de colores amarrados en sus troncos y, una vez ahí, una de las personas le entrega a otra un pequeño paquete envuelto. Lo llevan hasta el cuarto más silencioso de un santuario y lo guardan dentro de un cajón de cristal cerrado con llave que no se abrirá hasta dentro de cien años. Parece ser una escena salida de un cuento, pero se trata de la Biblioteca del Futuro (Future Library), una instalación de arte que puedes encontrar en la ciudad de Oslo, Noruega.
Katie Paterson, artista escocesa, creó este proyecto partiendo de la idea de que un libro es un árbol y, por lo tanto, una biblioteca es un bosque. En 2014 se sembraron mil abetos en el bosque de Nordmarka y cada año, mientras que el bosque crece, unx autorx es invitade a escribir algo para la biblioteca, que no se publicará ni será leído por nadie hasta que pase un siglo. Al llegar la primavera siguiente, en una linda ceremonia que se lleva a cabo dentro del bosque, lx autorx hace entrega de su libro que estará guardado dentro de un pequeño cuarto en la biblioteca Deichman, la primera y más grande biblioteca pública de Oslo. En cien años, ya que los arbolitos hayan crecido por completo, se usarán para imprimir la colección de los cien libros reunidos, una cápsula del tiempo que va a guardar un retrato de cómo fueron nuestras vidas a lo largo del siglo.
El arte de Katie se distingue por tomar conceptos abstractos y representarlos con objetos que nos son muy familiares para contar historias sobre lo que significa ser humano y nuestra relación con la naturaleza, el arte, el cambio y el tiempo. Además de crear la biblioteca más misteriosa del mundo, su portafolio incluye una bola disco que refleja casi todos los eclipses solares documentados por la humanidad, una vela aromática que recrea un viaje a través del universo mientras se consume, un collar hecho de fósiles que cuenta la historia de la Tierra, e incluso un meteorito que logró devolver al espacio.
Algo que me parece increíble sobre el trabajo de Katie es la sensibilidad y vulnerabilidad que captura en sus obras. Trabaja muy de cerca con expertes en astronomía, geología, botánica y demás para crear sus instalaciones y, a pesar de lo cuadrada que puede llegar a ser la ciencia, las instalaciones de Katie se sienten íntimas y transmiten una melancolía que solo puede ser superada por el asombro y la fascinación.
Hasta ahora, diez autores han aportado un libro para la biblioteca. Margaret Atwood fue la primera, seguida por David Mitchell, Sjón, Elif Shafak, Han Kang, Karl Ove Knausgård, Ocean Vuong, Tsitsi Dangarembga, Judith Schalansky, Valeria Luiselli y próximamente, Tommy Orange. Cada une aporta una visión única y especial a la colección y, por esa misma razón, ninguna ceremonia de entrega es igual. El bosque ha presenciado procesiones silenciosas, cantos de monjes budistas y caminatas acompañadas de música y roles de canela calientitos.
No puedo evitar conmoverme al hablar de este proyecto. Mientras el tiempo pasa y las raíces de los árboles se expanden, la comunidad que se ha creado alrededor de la biblioteca también crece y se fortalece. Es un proyecto que nos hace pensar en muchísimas cosas. Nos hace preguntarnos si el lenguaje será muy diferente en el futuro o pensar en cosas tristísimas: como darnos cuenta de todo lo que no podremos vivir una vez que abandonemos este mundo, si habrá un bosque qué proteger o si existirá la posibilidad de imprimir libros en el 2114. Pero sobre todas las cosas, nos pone a pensar en que no todo está perdido.
En una era en la que el egoísmo y la crueldad parecen envolvernos por completo, es hermoso ver cómo florece un proyecto que requiere del cuidado y cariño de una comunidad. La biblioteca no existiría sin el esfuerzo colectivo de les artistas, autores, arquitectes, guardabosques ni el de las personas que cada año se unen a las caminatas al bosque. Después de dos años de poner en pausa las ceremonias de entrega debido a la pandemia, la gente regresó a las caminatas y a la biblioteca con más emoción que nunca. Alrededor del mundo se ha formado una comunidad que crea y cuida de palabras que no serán leídas hasta que los árboles crezcan por completo. Una comunidad que, contra viento y marea (y tal vez contra el mundo), se rehúsa a perder la esperanza y confía en que en el futuro la gente continuará creando, cuidando del bosque y de les unes a les otres. Querubín, a pesar de que me retuerzo de FOMO y que he pasado por todo el espectro de emociones humanas al ponerme a pensar en mi propia mortalidad, saber que hay un bosque y una biblioteca que contienen y contendrán las esperanzas de múltiples generaciones me hace sonreír. La Biblioteca del Futuro es un proyecto vivo, una carta escrita en las hojas y los troncos de los árboles que atraviesa el tiempo para decir “les vemos, pensamos en ustedes y queremos dejarles algo muy especial”. Te invito a visitar su sitio web, donde puedes encontrar noticias, entrevistas a les autores, ensayos, fotografías y más información sobre la biblioteca.
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