Texto y diseño — Feri
Ingredientes para crear el mejor libro infantil:
- Historia interesante
- Personajes memorables
- Elementos visuales atractivos
- Fantasías alimentarias (como descripciones de dulces, banquetes y postres)
La literatura infantil, tal y como la pensamos ahora, tuvo sus orígenes durante los siglos XVII y XVIII y pasó por varios procesos de transformación. Uno de los más importantes fue el aparente triunfo de la corriente de literatura imaginativa por sobre la didáctica: atrás parecían haber quedado las tardes llenas de obras con lecciones aburridas y se le daba la bienvenida a textos cuyo propósito principal era entretener a las infancias. Sin embargo, una lectura más detenida revela las nuevas estrategias que utilizaron las escritoras y escritores para incorporar en sus textos una pizca de moralejas y enseñanzas.
Una de las principales fue la representación de alimentos en obras dirigidas a niñes. Las descripciones de frutas, pasteles, postres y banquetes, por un lado, capturaban el interés de las infancias y, por el otro, le permitían a les autores endulzar el discurso y comunicar las convenciones sociales que creían pertinentes. Por medio de estas escenas se le enseñaba al público infantil qué, cómo y cuándo comer, porque, tal y como dicen, somos lo que comemos.
En los libros infantiles la comida puede tener muchas funciones. En algunas ocasiones puede ser una especie de carnada para los personajes. Por ejemplo, en Coraline de Neil Gaiman, la Otra Madre busca ganarse la confianza de Coraline al prepararle sus alimentos favoritos para así convencerla de quedarse con ella en el Otro Mundo.
En otras ocasiones, los eventos alimentarios ayudan a resaltar las virtudes de los personajes, como en Mujercitas de Louisa May Alcott. En una de las primeras escenas, las hermanas March, a pesar de su hambre, deciden compartir su desayuno con una familia de escasos recursos. Con este gesto demuestran su carácter bondadoso y altruista.
De la misma forma, también ayuda a resaltar los defectos de algunos de los personajes, tal y como sucede en Charlie y la fábrica de chocolate de Roald Dahl. A lo largo de su recorrido a través de la fábrica de Willy Wonka, les personajes dejan entrever sus conductas inaceptables a partir de su interacción con los dulces que les rodean.
Asimismo, la ingesta de alimentos puede llegar a ser el eje central de la narrativa y una herramienta para el desarrollo del personaje, como es en el caso de Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll. A lo largo de su recorrido a través del extraño mundo, la protagonista aprende a dar la talla en diferentes situaciones a partir del consumo moderado y correcto de la comida que encuentra.
La comida nunca es simplemente comida. Como dice Roland Barthes, los eventos alimentarios forman parte de “un sistema de comunicación, un cuerpo de imágenes, un protocolo de usos, de situaciones y de conductas” (215). Los alimentos y su representación en obras literarias son un reflejo de las ansiedades, preocupaciones, valores y afectos de una determinada cultura. Nos reunimos en torno a ellos y creamos una comunidad al compartirlo porque no solamente somos lo que comemos, sino también la forma en la que lo hacemos.
Bibliografía:
Barthes, Roland. “Por una psico-sociología de la alimentación contemporánea”. Traducción de Lucía Torres Salmerón y Luis Enrique Alonso. EMPIRIA. Revista de Metodología de Ciencias Sociales. №11 (enero-junio 2006): 205–221.
