¿Qué tiene que ver Kafka con el IMSS? 🪲

Las historias escritas por Franz Kafka son tan únicas que su nombre se ha convertido en un adjetivo para describir situaciones particulares

Texto y diseño por Anita

Querubín, seguramente más de una vez te ha tocado hacer un trámite y seguramente también te empieza a doler la cabeza de solo pensar que te toca hacer una fila interminable y ser recibide por une dependiente del gobierno que muy probablemente te va a hablar feo. Quizá también hayas escuchado a alguien usar la palabra “kafkiana” para describir una situación de ese tipo. Podríamos decir que cuando la usamos para describir algo nos referimos a todo aquello que se relaciona con la vida y la obra del escritor Franz Kafka, pero nos estaríamos quedando muy cortes si nos detuvieramos ahí. Entonces, ¿qué tiene que ver Kafka con el IMSS? Aquí te lo contamos.

Franz Kafka nació en Praga el 3 de julio de 1883 y aunque soñaba con convertirse en escritor, fue obligado por su padre a estudiar leyes. Durante años trabajó para una compañía de seguros que lidiaba con los horribles accidentes que sufrían los trabajadores al operar la maquinaria extremadamente peligrosa de la época, lo cual lo hizo observar muy de cerca lo cruel que puede llegar a ser el sistema. Su tiempo como asegurador tuvo una gran influencia en su obra, que desgraciadamente quedó incompleta debido a su prematura muerte en 1924. Su trabajo de oficina solo le dejaba las noches para escribir, pero eso no lo detuvo de crear algunas de las obras más importantes de la literatura universal.

Podemos escuchar que se dice kafkiano para hablar de trámites innecesariamente complicados o para describir cualquier cosa relacionada con la burocracia. Pero que algo sea descrito con este adjetivo va mucho más allá de eso. Antes que nada, lo kafkiano es sinónimo de lo absurdo. Hacer un trámite que parece interminable para renovar el acta de nacimiento que perdiste tal vez no sea kafkiano, pero hacer todo el trámite para descubrir que no hay nadie a quien entregarle tu papelería con su respectiva copia, definitivamente lo es.

Kafka tejió una telaraña de situaciones absurdas en las que sus protagonistas, hombres comunes y corrientes, de pronto se veían atrapados. Una invitación a un castillo al que no se puede entrar (El Castillo, 1926), una espera de años frente a una puerta resguardada por un hombre y las conversaciones con las pulgas que viven en su abrigo de piel (Ante la Ley, 1915) o su obra más famosa La Metamorfosis representan esto perfectamente. Gregorio Samsa despierta para darse cuenta que su cuerpo es el de un insecto. Sin embargo, la primera reacción de Gregorio no es una de terror al ver sus numerosas patas agitándose, sólo puede pensar en lo enormemente cansado que se siente y en que quisiera dormir un poco más. No se preocupa por su nueva forma, sino por perder el tren y llegar tarde al trabajo. Kafka se volvió un experto en navegar la delgada línea entre lo bizarro y lo familiar.

Otro de los pilares de lo kafkiano es el monstruo que es la burocracia. En el cuento “Poseidón” (1920), que relata la jornada laboral del dios de los mares, lo trata con humor mostrando cómo ni siquiera alguien tan poderoso y omnipotente como él se salva de tener que hacer papeleo. Por otro lado, en historias como “En la Colonia Penal” (1919) lo aborda desde un punto mucho más sombrío. Esta historia de un hombre esperando ser ejecutado por un verdugo y su máquina diseñada para torturar de la forma más cruel posible nos muestra cómo la burocracia termina haciendo que las personas sean vistas solamente como carne de cañón. El verdugo está más preocupado por el funcionamiento de su máquina que por el pobre hombre a sus pies, quien no tuvo ni siquiera la oportunidad de un juicio justo. La distancia que la burocracia exige que marquemos entre nosotres para organizarnos de manera más efectiva termina siendo un arma. Nos enfrentamos a situaciones que carecen de explicación, que terminan por convencernos que nuestros esfuerzos no necesariamente conducirán al éxito. Este sistema refuerza la idea de que intentar solucionar un problema posiblemente lo haga peor y nos hace caer en un ciclo vicioso que no parece tener fin. Eso es lo kafkiano. Es el punto en el que lo extraño, lo absurdo y lo asfixiante se unen.

La ficción se basa en lo cotidiano y la literatura siempre ha mostrado las realidades en las que fue creada. Los personajes kafkianos tienen finales trágicos y eso nos puede hacer pensar que su propósito era convencernos de perder toda esperanza, pero no creo que sea así. Al contrario, pienso que Kafka quería mostrar las consecuencias terribles de la tiranía que podemos llegar a reproducir. Nos anima a no seguir ciegamente las agendas egoístas que los sistemas abusivos exigen.

Nos enseña lo ridículo que es estar frente a una situación así y no hacer absolutamente nada. Esa resiliencia es el lugar donde nace lo kafkiano.

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