por Rox.

Querubín, últimamente mi vida ha dado muchas vueltas. Me he encontrado con problemas que he solucionado exitosamente y otros que siguen siendo difíciles de enfrentar. Todo esto ha sido abrumador hasta el punto en que ha sido complicado terminar mis actividades cotidianas y, desafortunadamente, he llegado al “no sé qué hacer”.
Hoy, mientras me echaba una botanita en la chamba y platicaba con mi tía (quien me dijo que me pusiera a barrer), analicé todo este tema y llegué a la conclusión de que, aunque mis días fueron atravesados por estos dilemas, nunca he dejado de hacer cosas.
Aquí te presento tres cosas, amigables con el bolsillo, para hacer cuando no sabes qué hacer:
- Pasar tiempo de calidad con seres queridxs.
Uno de mis pasatiempos favoritos es pasar tiempo con mi hermana. Fui hijx únicx hasta los ocho años y medio, y dejé de serlo cuando me enteré que mi mamá estaba embarazada. Los dulces saben mejor cuando los comparto con ella, y la vida se siente menos pesada cuando encontramos cualquier barrabasada para reírnos.
- Comprar tu snack favorito e ir al parque a tocar pasto.
Sinceramente, mis problemas se agravan porque le doy muchas vueltas al asunto. Antes de empezar mi terapia psicológica no me daba cuenta de esto. Y aunque es algo que ya he compartido y trabajado con mi psicólogx, sé que mi proceso no es lineal y caigo en la misma dinámica.
Cuando me doy cuenta de que mis pensamientos están fuera de control, me gusta ir al granero a comprar habas o garbanzos enchilados e ir al parque a tocar pasto. Más que otra cosa, esta actividad es para relajarme, escuchar la risa de las personas y enfrentar mis problemas con mejor claridad.
- Ser vocal y apoyar a quienes están siendo desplazadxs en el intento de recuperar sus tierras y/o que recurren a la migración para buscar una mejor calidad de vida.
- Rascarte el ombligo y pensar en la inmortalidad del cangrejo.
Confieso que muchas veces he dicho “no hice nada productivo hoy” y ha sido acompañado por un sentimiento de culpa. Sin embargo, también merecemos tiempo de ocio. Es imperativo buscar momentos de entretenimiento para poder contrarrestar (los horrores de) la chamba. Hace unos años, rascarme el ombligo y pensar en la inmortalidad del cangrejo me salvaron la vida (muy literal).
Querubín, a veces la vida te zangolotea sin avisar. Recuerda que es totalmente válido detenerse, sentarse y tomar un respiro; que regresar a un espacio de comodidad no es penado; y, sobre todo, que no hacer nada también es hacer algo.