Texto y diseño — Lea

Aunque actualmente en la industria musical sea muy común borrar todo rastro del pasado para abrir paso a una nueva era (un lanzamiento de single, EP, álbum, etc.) rara vez, o casi nunca, eso se ve acompañado de borrar la página web del artista y cancelar sus apariciones en festivales o eventos masivos.
Esto fue lo que sucedió con Paramore hace poco más de dos meses cuando la banda se bajó de todos los eventos programados para Latinoamérica y algunos en Estados Unidos. A la par de publicaron un fragmento de una entrevista donde se aclaraba que posterior a estar de gira con su álbum This Is Why, habían terminado sus obligaciones contractuales con su sello discográfico y ahora eran agentes libres. Lo que sea que eso significara en ese momento.
La especulación no se hizo esperar y muches fans temían la “inminente” separación de la banda, pero varies otres decidieron regresar el tiempo 20 años antes y volver a tocar el tema de la firma de su contrato con Atlantic Records. Cuando le platiqué a una amiga de esto dos temas importantes salieron dos preguntas a la conversación: “¿Qué es un contrato 360?” y “Tú quién crees que esté mal: ¿el artista por no leer el contrato, o las disqueras por ofrecerlos?”
El contrato que Paramore firmaron cuando Hayley Williams, su cantante, tenía 17 años fue el primer contrato “360” oficial en la industria. Este implicaba que la disquera tendría un porcentaje de todas las ganancias que obtenía la banda y no sólo de las ventas de su música, como tradicionalmente se formulaban los contratos en la industria anteriormente, y surgieron a partir de la baja en las ventas de álbumes físicos en los dosmiles.
Si bien todos los 360 pueden ser diferentes, el punto de estos es que la disquera tenga acceso a la mayor cantidad posible de dinero para recuperar la inversión que realizaron en el artista o banda. Aunque en teoría es un trato justo, porque la disquera invierte en el artista y ambos se “apoyan mutuamente”, ya que el sello ofrece un gran pago por adelantado para quien firme, en la práctica siempre han demostrado ser un caso complejo. El cantante pop británico Robbie Williams, por ejemplo, llegó a firmar un contrato similar para poder saltar al mercado estadounidense, sin embargo tan pronto terminó el acuerdo (que le daba ganancias inusualmente altas al sello a partir de giras y ventas de mercancía oficial) él cambió de disquera, justificando que realmente no se sentía apoyado por ella.
Mientras que estos contratos apoyan de cierta manera a los artistas, también hacen que se manejen más como una marca que como artistas. Este fue el caso de las Pussycat Dolls, quienes lanzaron muñecas, líneas de maquillaje, un reality show para buscar a su siguiente integrante, videos de entrenamiento en casa, entre otros.
Muchas personas se refieren a estos contratos como “contratos de esclavitud”, debido a que en los peores casos pueden tener a les artistas atades a la disquera por el resto de sus carreras, mientras esta toma dinero de todas sus actividades, como se rumora que estipulaba el contacto de Migos, el trío de rap, indicando que podrían extender el contrato “para siempre” si no se cumplían los acuerdos pactados en el mismo.
El cantante Mac DeMarco también habló de estos contratos en una entrevista con Billboard, exhortando a quienes lo leyeran que nunca firmaran un contrato de este tipo debido a la duración que implican y a la cantidad de dinero que toman de los conciertos o mercancía de un artista, que usualmente es su fuente de ingresos más sólida y numerosa. “Ellos no están en el escenario, y probablemente ni siquiera estén en la ciudad donde estás tocando”.
Aunque es responsabilidad de ambas partes (de la disquera desde el lado ético y del artista desde el consentimiento sobre lo que firma), quienes claramente están en desventaja son aquelles a quienes les ofrecen una cantidad de dinero exorbitante. Les artistas buscan quienes les den plataforma, apoyo y una estabilidad necesaria que, debido a su condición y la precarización del arte en general, es difícil de conseguir. Cualquiera que viene de nada pensaría que su vida estará resuelta con ochenta mil dólares (o hasta más).
Conforme han pasado los meses, Paramore han confirmado que este no es su fin como banda. Sin embargo no conocemos las implicaciones de su contrato: ¿son dueños de sus masters, de su imagen o de su nombre, siquiera?
El caso de Taylor Swift, en el que ella no pudo conseguir propiedad de sus masters pero sí contaba con el dinero suficiente como para regrabar todo su material, es uno que varies de nosotres conocemos, pero que no todes quienes son víctimas de estos contratos pueden costear. Si bien las disqueras aún son puentes relevantes entre une artista y el mundo, su interés siempre va a ser obtener ganancias y esto casi siempre es a costa de les artistas a quienes representan, lo cual nos recuerda que siempre es mucho más valioso escuchar lo que les artistas tienen que decir al respecto que a las máquinas capitalistas hambrientas de dinero que harán lo que sea necesario para obtenerlo.