Por Anita.
Querubín, si eres ratón de biblioteca seguro has escuchado sobre la más reciente ganadora del premio nobel de literatura, la escritora surcoreana Han Kang. La vegetariana es su libro más popular, pero hoy les vengo a hablar de una joyita que pudo haber pasado desapercibida, La clase de griego.
Se trata de su sexta novela, publicada por primera vez en 2011 y su inspiración para escribirla fue un bloqueo creativo que experimentó en carne propia, y que pudo romper leyendo la obra de Jorge Luis Borges. Este libro trata sobre dos personas solitarias, ambxs atravesando el duelo de haber perdido algo y a alguien.
Por un lado tenemos a una mujer que perdió la capacidad de hablar y empieza a tomar clases de griego antiguo, con la esperanza de que al aprender una lengua muerta pueda conectar de nuevo con las palabras, que estas salgan de su garganta y dejen de ahogarla. Por otro lado, tenemos a un hombre, su profesor de griego, que poco a poco ha ido perdiendo la vista y muy pronto quedará totalmente ciego.
La alumna y el profesor parecen apenas existir en el mundo del otro, hasta que llega un momento de desesperación y vulnerabilidad, en el que sus voces íntimas se cruzan y se entrelazan. Como el resto de la obra de Han Kang, este es un libro escrito con el cuerpo, con una prosa suave y delicada que envuelve la dureza de la soledad y la tristeza que sienten lxs protagonistas.
La pluma de Han Kang, junto con la maravillosa traducción al español por parte de Sunme Yoon, pinta un retrato sumamente emocional en el que cada palabra parece haber sido seleccionada con sumo cuidado y precisión para hacernos sentir.
Se trata de una novela que nos incita a reflexionar sobre la vida y la muerte, el paso del tiempo, el arte como forma de sobrellevar el dolor y del rol que tienen el lenguaje y las palabras en nuestra forma de conectar con el mundo. Han Kang nos hace darnos cuenta de que las palabras son mucho más que solo algo que usamos para comunicarnos. Tienen vida propia, y el poder de hacernos conectar con lxs demás, así como de separarnos o de asfixiarnos.
Es un libro bellísimo e íntimo, teñido en color azul, en el que la filosofía clásica, el budismo, la literatura y el lenguaje se combinan de forma perfecta para recordarnos nuestro deseo más humano: ser vistxs, comprendidxs y conectar. En un mundo en el que cada vez nos sentimos más aisladxs, en el que el individualismo parece asfixiarnos cada vez más, esta lectura me parece sumamente valiosa. La clase de griego es una mirada triste, pero esperanzadora a la conexión que surge cuando compartimos el lenguaje, incluso cuando no se habla.
