Por: Rebeca Labastida

Las calles de Gaza eran recorridas de la noche a la mañana por sus habitantes procurando la cotidianidad. Desde cumplir las obligaciones rutinarias, hasta ir a la costa a disfrutar del sol y el mar. Las mujeres solían sentarse en la arena mientras los niños jugaban en el agua. Jóvenes y adultos observaban desde las olas el horizonte donde cielo y mar se conocen. La vida desde hacía tiempo era acechada por el conflicto, pero había un lugar al que regresar y llamarle “hogar”.
No muy lejos del allí ocurrió el impacto de las primeras bombas que el ejército israelí detonó en el centro de Gaza y sus alrededores en octubre del 2023, dando inicio al exterminio del pueblo palestino que guarda un precedente histórico de 75 años.
De este modo abre el documental del director Rafael Rangel, Gaza: la franja del exterminio, una recolección de videos grabados con celular y cámaras digitales por el fotógrafo Mahmoud M. Zagout. Esta recopilación expone cronológicamente el genocidio palestino, iniciando con una imagen de Gaza previa al detonamiento de la guerra, hasta el momento en el que Zagout fue evacuado de Rafah a mediados del 2024.
Su formato nos hace testigos de las atrocidades que sufre el pueblo palestino a manos de Israel, autor de lo que se considera uno de los crímenes hacia la humanidad más graves de la historia. Cada escena devela la agravada violencia que ejercen mediante el colonialismo y en nombre del apartheid.
La técnica utilizada en esta producción se denomina “antropología salvaje”, género que involucra la exploración de un territorio en condiciones extremas, usualmente de conflictos políticos y humanitarios. Su mirada es directa y cruda. A diferencia de documentales que emplean técnicas convencionales, no presenta voces especializadas que proveen contexto, pues lo que se observa es el contexto en sí mismo.
A lo largo de 102 minutos observamos cómo familias enteras son desplazadas y fragmentadas de un momento a otro, forzadas a vivir en condiciones inhumanas. Las mujeres lloran por sus hijos martirizados, los niños ruegan por un cese al fuego, los hombres buscan a sus hermanos en los escombros.
“¿A quiénes perdiste en el ataque?” le pregunta Zagout a un niño que ha intentado vender frutos rojos en la calle para conseguir dinero y alimentar a su hermano menor.
“A todos. Mis hermanos, mis tías, mis padres, mis abuelos. Sólo quedamos mi hermano y yo” dice mientras le enseña las ruinas de su hogar.
Lo que alguna vez fue una ciudad y sinónimo de familiaridad para una población de 2,3 millones de habitantes, ahora es un territorio inhóspito que se violenta día y noche. Hospitales, escuelas, centros residenciales, supermercados, todo ha quedado a merced del opresor. Los supervivientes avanzan entre la destrucción intentando no olvidar lo que alguna vez fue suyo, y nosotres caminamos con ellos.
Cuando Rangel planteó la dirección de este documental un par de años atrás, después de estudiar rigurosamente a Ilan Pappé y Norman Finkelstein, viajó al Cairo con la intención de cruzar la frontera e ingresar a Palestina. Sin embargo, después de tres intentos fallidos, lo más cerca que pudo estar a la zona de conflicto fue a 6 horas de la frontera.
Fue a través de Mahmoud M. Zagou, fotógrafo palestino que trabaja haciendo fotoreportajes, que consiguió el material. Antes de él, Rangel contactó a varios fotógrafos a través de Instagram con una propuesta: yo financio la producción, el equipo y el trabajo de filmación mientras tú grabas lo que está sucediendo conmigo dirigiendo a la distancia.
Ninguno respondió a excepción de Zagou, quien sólo abrió su mensaje para decirle que no. Tras conversar sobre el proyecto y el propósito del mismo fue que decidió participar. La dinámica consistía en que él grabara los videos y se los enviara a Rangel para que los inspeccionara y editara. Él le enviaba notas sobre lo que necesitaba y qué dirección iban a tomar poco a poco, mes con mes. Así se compilaron en tiempo real todas las imágenes del documental.
Zagout tuvo que huir hacia Rafah con la evacuación de Gaza, y en el proceso filmó a miles de familias recorriendo caminos largos y peligrosos buscando una forma de sobrevivir. Nour, una joven de 16 años y la mayor de cuatro hermanos, camina entre el campamento de refugiados en Rafah reflexionado sobre sus nuevas condiciones de vida.
“Al desierto le faltan muchas cosas. Como por ejemplo, electricidad, agua, comida, un hogar y una familia.”
Rangel emplea el concepto de la otredad como uno de sus elementos más importantes. ¿Qué tanto puedes reconocer de ti en el otro viéndolo sufrir tanta injusticia?, ¿podemos pensar más allá de nuestra individualidad para mirar a una persona con quien compartimos más semejanzas que diferencias?
Rangel decidió así que el eje central del documental serían los niños, quienes evidencian una capacidad única de resiliencia. Están aterrados, no serán los mismos jamás, ni podrán recuperar la mayoría de lo que han perdido, pero se niegan a ser reducidos a una tragedia. Entre los escombros, cuando la paz se asoma, deciden perseguir sus infancias en columpios improvisados, deslizándose con alfombras en las pendientes, riendo sin parar. Aproximadamente el 47.3% de la población, considerando la franja de Gaza y Cisjordania, es menor de 18 años; el 91% ha sufrido trauma a consecuencia de la guerra y cerca de 3,100 han muerto en el proceso (NPR, 2023).
La resiliencia humana jamás debe darse por hecho. Exige una fuerza extraordinaria en condiciones de profunda adversidad. Aunque el heroísmo de los niños palestinos tiene mucho que enseñarle al mundo, no debemos olvidar lo que se les arrebató y de qué han sido privados. La inocencia, una vez que se va, jamás vuelve. Los daños son irreversibles y el horror al que son expuestos ha suplantado permanentemente sus infancias.
Las imágenes en una pantalla, aún siendo explícitas, jamás podrán emular el horror físico y emocional de la guerra. Pero “Gaza: la franja del exterminio” hace un esfuerzo y nos obliga a ocupar un espacio desagradable: observar cara a cara el conflicto y preguntarnos “después de esto, ¿podrás mirar a otra parte?”
“Ser testigos es lo mínimo que podemos hacer por quienes no tienen otra opción más que soportar esta pesadilla.” comentó Nadya R. H. Rasheed, la Embajadora de Palestina en México que asistió al estreno del documental en la Cineteca Nacional.
Este documental anuncia: no se perdona, ni se olvida. El pueblo palestino aún teme por el presente, sin embargo, no abandona la posibilidad de justicia y retribución. Nosotres tampoco debemos hacerlo, pues esto no termina hasta que puedan reconstruir sus vidas y hogares; cuando la visión de la liberación sea realidad. En su proceso de transformación resistirán y reconstruirán su hogar más fuerte y hermoso que nunca como bien lo han prometido incesantemente. Desde el río, hasta el mar, Palestina será libre.
Cuando terminé el plazo de exhibición de un año, el documental estará accesible para todo público a través de youtube en el canal Insurrección FILMS. Mientras tanto, se exhibe al día de hoy en la Cineteca Nacional en la Ciudad de México, y gran parte de su recaudación irá a Nour y sus hermanos.
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