Por: Naydelin Carbajal

Mi existencia se resumiría en dos frases: condenación y muerte
-Emily Brontë
Hay algún tipo de belleza en esta melancolía, en esta neblina que me inunda desde mis primeros días. Es como verte reflejada en el vacío, donde nado, donde me desplazo hacia la promesa de llegar a un falso destino. Es deslizarme entre paisajes oscuros, memorizando cada detalle, cada arbusto que raspa con sus espinas mis rodillas; preocupada por dejar un rastro de migajas de pan pero esperando nunca regresar.
A veces puedo entender aquel vacío que habito –¿o es él el que me habita?– cuando artistas como Japanese Breakfast traducen mi tristeza y la encapsulan en poco más de 32 minutos.
Japanese Breakfast es una banda de indie pop encabezada por la música, directora y autora coreana-estadounidense Michelle Zauner. Este año regresan con su cuarto álbum, cuyas raíces se hunden en las profundidades literarias de The World of Apples de John Cheever, y emergen transformadas bajo el título For Melancholy Brunettes (& sad women), como un susurro que invita a escondernos en el espacio entre la melancolía y la belleza.
El hecho de que el álbum fuera lanzado el 21 de marzo, en el día mundial de la poesía, nos da pistas de que este proyecto se fue construyendo con sus ritmos, sus letras y su concepto, desde la liricidad de la realidad, desde una lectura profunda del mundo y del interior. En cada una de las canciones representa las emociones crudas, el abandono, el miedo a la soledad y a no ser miradxs. Cada canción oculta entre sus estrofas aquellos pensamientos que nos asaltan cuando nos vamos a dormir, cuando la oscuridad toma las riendas del tiempo y sólo se escuchan las voces que nos gritan desde sueños.
CANTO I
Empezamos este poema gótico con “Here is Someone”, que nos abre la puerta a un banquete donde parecen esperarnos, pero no nos sentimos invitadxs. Con sus cuerdas y el arpa recibiéndonos, nos hipnotiza la idea de querer más, pero a la vez, querer renunciar a todo. ¿Por qué dejar que las manecillas del reloj tomen las riendas de nuestra vida? Al final, sólo importa que aquella silla que reservamos para ese alguien esté ocupada.
CANTO II
El primer single del álbum, “Orlando in Love”, nos envuelve en la ilusión de un monje torpe y romántico que va en búsqueda del secreto que oculta el mar y la poesía. Sin embargo, las guitarras y la armonía tan dulce de esta balada no podrían salvarlo de los ojos que se ocultan entre las olas; este mirar presentándose como un fin, tal narciso cae entre sus agitadas aguas y se ahoga en el deseo de entender el misterio del poema.
CANTO III
Acompañada de unas guitarras más fuertes y una intro más estridente, Michele nos canta en “Honey Water” con un susurro que parece más un grito ahogado. Esta canción es una plegaria al espejo pidiendo abandonar aquel lugar que no sabe mirarnos, pero que tenemos miedo a perder por miedo a la soledad, por miedo a no saber quiénes somos sin aquel reflejo. Solo nos queda deambular como un fantasma entre las grietas olvidadas de aquella relación que alguna vez fue nuestro hogar.
CANTO IV
El olor a licor acompaña a “Mega Circuit”, donde en un par de estrofas se describen los peligros de la masculinidad tóxica y la permanente lucha entre romper los estereotipos o perpetuar aquello que se ha aprendido de generación en generación. Los hombres que se aferran a este tipo de masculinidad tienen una vida todoterreno, donde nunca se frena y nunca se permite demostrar el sentir y la pesadez, al menos que sea con venas saltadas y aullidos frente a un televisor.
CANTO V
“Little Girl” es una canción de cuna para todxs nosotrxs que crecimos con el olor a alcohol en nuestras salas. Con el tintinear de las botellas vacías y la falsa esperanza de cada año de que ahora sí iba a ser diferente. Una balada que nos recuerda las promesas no cumplidas y el momento en que nos dimos cuenta que nada iba a cambiar.
CANTO VI
Cuando las heridas sanan ¿hay algo más de lo que valga la pena hablar? “Leda” retrata la llamada telefónica con una persona que se fue, que decidió dejarnos conviviendo con el polvo. Que dejó cicatrices que trata de maquillar con un “¿Cómo te va?” Que, pese a que hayas encontrado el perdón en aquel vínculo, cada palabra se siente como una daga.
Es difícil resumir una vida a la que se abandonó en una simple llamada.
CANTO VII
Cuando llueve por las noches, me gusta verme tras las ventanas. Disfruto de mi imagen que se derrite con el rocío que se impregna en el cristal y ver mi silueta iluminarse con las luces desenfocadas de la ciudad. “Picture Window”, a través de sus percusiones notorias, nos hace recordar que a veces necesitamos encontrar a alguien que quiera caminar con nosotrxs, que no arrastre los pies y que no nos haga correr para alcanzarlx.
CANTO VIII
“Men In Bars” nos narra la historia de un romance que nace de un error. La pasión y fugacidad del deseo que se encuentran en aquellas oscuras paredes que aromatizan de tabaco tu cabello. La única colaboración del disco, con Jeff Bridgers, le trae aspereza a la canción gracias a sus guiños country. Sus voces danzan ante la contradicción de aquel amor que se encuentra entre los brazos de lo que algunxs llaman pecado.
CANTO IX
¿Alguna vez nos abandonará esta tristeza? ¿Se cansará de habitar esta piel, estos pies y estos cabellos? ¿Sabrá que no tenemos nada más que ofrecer que poemas sin rima y escritos sin terminar? “Winter in LA” es para todxs aquellxs que esperan a que aquella niebla se disipe algún día para encontrar un día soleado en el invierno de nuestro cuerpo.
CANTO X
El último canto antes del descenso, pidiendo como último deseo dejar como vestigio este poema y el cuerpo que lo habitó por tantos años. “Magic Mountain” cierra el álbum dejando un testamento en tres estrofas, inspiradas en la novela de Thomas Mann. A través de sus sonidos suaves nos regala la despedida de lo que alguna vez fue ser melancolía.
EPÍLOGO
Japanese Breakfast nos da un álbum lleno de referencias literarias, con letras que encierran historias que nos conectan con el pasado. Un álbum que circula por aquellas emociones que dejamos fluir por los surcos de nuestro rostro, ofreciéndonos la oportunidad de encontrar la belleza en nuestra melancolía.