¿Por qué estoy pensando seriamente en comprarme un iPod? (O cómo la industria me está alejando de la música)

Por: Andrick

Estuve pensando por mucho tiempo en el tema de este post. He tenido muchas reflexiones respecto a la industria musical rondando en mi cabeza; cosas sobre las que tengo muchas ganas de hablar y que, por lo mismo, mantengo en una batalla interna para determinar cuál es más importante que otra. Pero, paralelo a esto, me di cuenta de que algo más se estaba gestando dentro de mi cabeza respecto a la música en general: estaba comenzando a hartarme. Hacerla, escucharla, leer sobre ella… y como dijo uno de mis periodistas favoritos: la situación me tenía intrigado, así que decidí investigar.

Encontré varios factores. En primera instancia pensé que era culpa de mi rutina. Para esto, se debe saber que yo escucho música cada que puedo sumergirme en ella: en el transporte público, manejando, mientras escombro o limpio, etcétera. Pero últimamente me la he pasado mucho tiempo en el transporte público, por ejemplo, y cuatro horas de transporte público no son lo más cómodo del mundo.

Otra de las suposiciones que me atacó en ese momento fue que tal vez debía encontrar algo nuevo y que me emocionara nuevamente. Esto tuvo como consecuencia que por los días siguientes me dedicara a escuchar solo playlists de descubrimiento algorítmicas de Apple Music. Más temprano que tarde, me di cuenta de que esta tampoco era una solución a mi problema, lo que me llevó a una última suposición, antes de dar en el clavo.

“¿Y sí estoy empezando a deprimirme?” Era una pregunta que me hacía y que no sonaba descabellada, pues es algo que ya me había pasado anteriormente: la música pasaba a ser solo ruido de fondo y ningún lanzamiento me interesaba,  pero esta vez parecía un poco más grave porque también me harté de interactuar directamente con la música. Me harté de hacerla y decidí dejarla por completo; por mi bien. Pensar en hacer música y en darle seguimiento a nuevos lanzamientos, a conciertos y demás cosas de la industria era agobiante. ¿Por qué mis actividades favoritas en la vida entera dejaron de satisfacerme?

Ahí fue donde descubrí que la raíz del problema no venía de mí, sino de un lugar al que, de hecho, no soy nada ajeno y que puedo resumir en una (¿o dos?) palabras: la industria. Y es que no sé ustedes, pero descubrí que me siento saturado. Porque  según un cálculo realizado por la compañía Sympathy for the Lawyer, hay aproximadamente 120,000 lanzamientos diarios en plataformas de streaming. A esto sumemos los anuncios de festivales, conciertos, experiencias limitadas para fans, álbumes en puerta, merch exclusiva, versiones en vivo, seis diferentes versiones del mismo álbum, charts, récords de reproducciones… en fin.

Y es que la industria (cof cof el capitalismo) ha vuelto el consumir música en una competencia voraz (y eso que no me estoy metiendo al tema de hacer música, que considero que es todavía peor). Estadísticas anuales de cuántas canciones y cuántos artistas reprodujiste, cuentas fan que actualizan los charts de los artistas diariamente, playlists algorítmicas, artistas virales en TikTok subiendo adelantos de canciones que no han salido, sold out tras sold out… digo, ¿no se les hace raro que en esta época post pandemia un concierto que no es sold out sea un flop cuando antes no era así?

Y todo esto no es tu culpa como fan y mucho menos es culpa de tu artista favorite. Actualmente, la industria exige estas dinámicas para que algo se mantenga relevante. Nuestres artistas favorites se ven orillades a esquemas de lanzamiento donde hay que programar diez singles, uno cada semana, en lugar de un álbum. Hay que hacer decenas de TikToks para atraer la atención de nueves oyentes. Hay que hacer 20 entrevistas con 20 influencers y creadores de contenido diferentes. Desde una perspectiva fan, podríamos celebrar la vasta cantidad de contenido que podemos recibir de nuestres artistes favorites, pero ¿hay un límite? Para jugar con el algoritmo hay que alimentarlo y, como consecuencia, tenemos una bomba de contenido por todos lados que nos satura y que incluso deja la música totalmente de lado en favor de las ganancias y la notoriedad.

¿Cuál fue mi conclusión entonces? Estoy rebasado. Sin más. 

Escucho música porque literalmente es mi combustible mental. Me ha ayudado a lo largo de toda mi vida. No hay momento en el que la música no haya estado presente conmigo, pero actualmente se siente muy difícil estar al tanto por lo abrumador que puede llegar a ser. Me cuesta mucho trabajo llevar el ritmo de nuevos lanzamientos, de las plataformas en las que están disponibles y sobre todo de darles seguimiento. Hay tantes nueves artistas que no sé por dónde empezar a escuchar. Hay tantas playlists que no sé cuál reproducir, y eso lo pienso solo al abrir Apple Music en mi celular y ver la cantidad de cosas que me escupe en la cara.

Tal vez no estaría mal desconectarme y descansar un rato de la música en general, pero quizás al regresar, decida volver a usar iTunes, comprarme un iPod y sincronizar mi biblioteca. Tal vez sea buena idea regresar a buscar música en foros y en grupos (a veces rancios) de Facebook. Tal vez tenga que ir a más tocadas de artistas locales. Tal vez tenga que comprar CDs otra vez, así, sin haberlos escuchado antes… Eso sí, como ya me cansé del algoritmo, tal vez al iPod también le desactive el smart shuffle.

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